domingo, 1 de julio de 2012















Me mojé, de agua sucia,
porque no se añeja el agua.
Fue extraño y hermoso a la vez,
aunque una alarma equivocada de nuevo te apartara.
Ni me creo que esté escribiendo,
ni tampoco que esté perturbada,
solo cansada.
De tener los ojos vendados,
las manos amarradas,
las piernas atadas a la tierra
y el corazón excitado y desesperado...
pero cansado y frío,
y negro.
Y,
en este momento,
empapado de agua sucia.

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